
Bienvenidos a mi blog Hidronefrosis: aprende de esta condición con un urólogo especialista en Medellín
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¿Dolor repentino e insoportable en la espalda baja o el abdomen? ¿Ardor al orinar o rastros de sangre en la orina? Podría tratarse de cálculos renales, una de las urgencias urológicas más frecuentes, que puede afectar tanto a hombres como a mujeres e incluso presentarse sin dar señales claras.
Como urólogo, el Dr. Carlos Velásquez lo ve a diario en consulta: pacientes que buscan alivio rápido, claridad sobre lo que tienen y, sobre todo, un tratamiento seguro que realmente funcione.
Si buscas respuestas claras, confiables y con respaldo médico, estás en el lugar correcto. Aquí te explico, sin rodeos, qué son los cálculos, por qué aparecen, cómo se tratan y cuándo es momento de actuar sin esperar.

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Bienvenidos a mi blog Cálculos renales: causas, síntomas y tratamientos efectivos ¿Dolor repentino e insoportable
Los cálculos renales (o piedras en los riñones) son depósitos sólidos que se forman cuando ciertos minerales y sales se acumulan en la orina en concentraciones más altas de lo que el cuerpo puede diluir. Con el tiempo, esos cristales se agrupan hasta formar “piedras” que pueden ser microscópicas o llegar a medir varios milímetros e incluso centímetros.
No se forman de un día para otro, pero sí pueden dar síntomas de un momento a otro, especialmente cuando comienzan a desplazarse por el tracto urinario (como el uréter), causando dolor fuerte, náuseas, ardor o sangrado al orinar.
Aunque cualquier persona puede presentarlos, hay factores que aumentan el riesgo: baja ingesta de agua, genética, alimentación, infecciones urinarias frecuentes, sedentarismo o enfermedades metabólicas.
No todos los cálculos son iguales. Identificar su tipo es clave para definir el tratamiento y, sobre todo, la estrategia de prevención:
| Tipo | Características | Causas y factores asociados | Notas clínicas |
|---|---|---|---|
| Oxalato de calcio | Son los más comunes; varían en tamaño desde microcristales hasta piedras de varios mm. | Baja hidratación, consumo elevado de sal, dietas ricas en oxalatos (espinaca, chocolate, nueces, té), altas concentraciones de calcio/oxalato en la orina. | Prevención con hidratación y ajuste dietario; análisis de composición para prevención específica. |
| Ácido úrico | Formados por cristales de ácido úrico; a veces radiotransparentes (no visibles en radiografía simple). | Gota, hiperuricemia, resistencia a la insulina, dietas altas en proteína animal, pH urinario ácido. | Pueden requerir TAC para visualización; tratamiento incluye alcalinización de la orina y manejo metabólico. |
| Estruvita | Relacionados con infecciones urinarias; pueden crecer rápido y formar cálculos grandes (coraliformes). | Infecciones urinarias por bacterias productoras de ureasa (ej.: Proteus, Klebsiella), reflujo urinario, sonda permanente. | Necesitan control de la infección y, con frecuencia, extracción completa por riesgo de crecimiento y obstrucción recurrente. |
| Cistina | Piedras poco frecuentes; suelen ser recurrentes y difíciles de manejar. | Cistinuria: trastorno genético que provoca elevación de cistina en la orina. | Requieren seguimiento a largo plazo, alta hidratación y medidas específicas (alcalinización, fármacos quelantes en algunos casos). |
Los cálculos renales no aparecen por “mala suerte”. Son la consecuencia de un desequilibrio entre lo que el riñón debería eliminar y la capacidad de la orina para disolverlo. Cuando hay demasiados minerales, poca agua o condiciones que alteran el metabolismo, comienzan a formarse cristales que luego se convierten en piedras.
Este proceso puede acelerarse por uno o varios de los siguientes factores:
Cuando bebes poca agua:
La orina se concentra.
Los minerales no se disuelven.
Se acumulan y forman cristales.
Importante: la orina debería ser clara o amarillo muy pálido. Si es oscura, es una alarma frecuente de deshidratación.
El exceso de sodio en la dieta hace que el riñón elimine más calcio por la orina, aumentando el riesgo de formar cálculos, especialmente los de oxalato de calcio.
La carne roja, embutidos y mariscos:
Aumentan el ácido úrico.
Hacen la orina más ácida.
Favorecen la formación de cálculos de ácido úrico y oxalato.
Si en tu familia hay antecedentes de cálculos renales, tus probabilidades aumentan. Algunos trastornos hereditarios, como la cistinuria, favorecen la formación de piedras desde edades tempranas.
Algunas bacterias alteran la orina y generan condiciones ideales para formar cálculos, especialmente los de estruvita, que pueden crecer muy rápido.
Condiciones como:
Gota
Resistencia a la insulina
Obesidad
Hiperparatiroidismo
Alteran la composición de la orina y favorecen la formación de cálculos.
Aguantar las ganas de orinar por mucho tiempo permite:
Que los minerales se acumulen.
Que se formen más cristales.
Mayor riesgo de infección y cálculos.
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Los cálculos renales no siempre avisan. A veces duelen de forma insoportable, otras pasan desapercibidos durante meses y solo se detectan en un examen de rutina. Por eso es tan importante reconocer señales sutiles que muchas personas suelen normalizar.
Cuando un cálculo se mueve u obstruye la vía urinaria, suelen aparecer:
Un dato importante: el dolor por cálculos renales no es intermitente como un malestar leve — suele ser intenso, aparece de golpe y no mejora con cambios de postura, masajes o reposo.
Muchas personas descubren que tienen cálculos sin haber sentido nunca un cólico renal. Estos son los llamados:
Ocurren cuando:
La piedra es pequeña y no obstruye el flujo de orina.
Está alojada en el riñón y no se ha desplazado.
El organismo se adapta y no genera dolor inmediato.
Aunque no duelan, los cálculos renales pueden crecer en silencio, infectarse o moverse de forma repentina y obstruir la vía urinaria, lo que puede afectar el riñón si no se trata a tiempo.
En estos casos suelen detectarse de forma incidental en ecografías, estudios por otros motivos o análisis de orina con microhematuria (sangre no visible a simple vista). No esperar síntomas es clave para evitar complicaciones.
Aunque más sutiles, también pueden indicar un problema en las vías urinarias:
Dolor leve pero recurrente en la parte baja de la espalda o costado.
Infecciones urinarias que vuelven una y otra vez.
Cansancio inusual, malestar general sin causa clara.
Sensación de “molestia interna” intermitente en zona renal.
Los cálculos renales no alteran directamente las hormonas, pero sí pueden impactar funciones del cuerpo relacionadas con dolor, inflamación, estrés y calidad de vida, lo que en algunos casos repercute temporalmente en el desempeño sexual o el ciclo menstrual.
No causan disfunción eréctil como enfermedad directa, pero el dolor, el estrés físico, la inflamación y algunos medicamentos analgésicos pueden afectar de forma temporal la respuesta sexual.
Además, condiciones asociadas como mala vascularización, resistencia a la insulina u obesidad, que también aumentan el riesgo de cálculos, sí pueden relacionarse con dificultad eréctil si no se controlan.
No modifican las hormonas ni el ciclo menstrual directamente. Sin embargo:
El dolor fuerte, la inflamación o una infección urinaria asociada pueden intensificar la molestia durante el periodo.
El estrés físico y el uso de analgésicos potentes pueden hacer que el ciclo sea percibido como más irregular o incómodo.
En algunos casos, el cólico renal puede confundirse con dolor menstrual por su localización baja en abdomen y espalda.
Los cálculos renales pueden aparecer en cualquier persona, pero los factores desencadenantes, síntomas y riesgos cambian según el sexo y la edad. Entender estas diferencias ayuda a identificar señales temprano y actuar con precisión.
Los hombres tienen mayor probabilidad de desarrollarlos, especialmente entre los 30 y 60 años. Esto se relaciona con:
Mayor consumo de sal, proteína animal y alcohol en algunos estilos de vida.
Más riesgo de resistencia a la insulina, gota y ácido úrico elevado, factores que favorecen cálculos.
Menor percepción inicial de síntomas hasta que el dolor es muy intenso.
En muchos casos, el cólico renal puede confundirse con dolor testicular, inguinal o lumbar, lo que retrasa la consulta. Aunque no afectan la fertilidad, el malestar puede interferir temporalmente con la vida sexual por dolor, estrés e inflamación.
En las mujeres, los cálculos renales han aumentado en los últimos años. Factores comunes incluyen:
Infecciones urinarias recurrentes, que pueden favorecer cálculos por estruvita.
Cambios hormonales, embarazo, baja hidratación y dietas restrictivas.
Dificultad para diferenciarlos de dolor pélvico, cólicos menstruales o infecciones, lo que a veces demora el diagnóstico.
Aunque no alteran el ciclo hormonal, sí pueden aumentar la incomodidad durante la menstruación o confundirse con dolor ginecológico. La evaluación médica temprana es clave para evitar complicaciones renales.
Cada vez son más frecuentes en población pediátrica. Las causas más comunes son:
Baja ingesta de agua (especialmente en climas calientes o poca cultura de hidratación).
Alto consumo de sal, gaseosas, jugos ultraprocesados y comida rápida.
Predisposición genética o trastornos metabólicos.
Los síntomas pueden confundirse con gastroenteritis o dolor abdominal inespecífico. En niños, también es frecuente ver:
Irritabilidad sin causa clara
Vómito
Dolor abdominal difuso
Orinar con sangre o mal olor
Importante: En pediatría, el manejo siempre debe ser cuidadoso y personalizado para evitar recurrencias y proteger el desarrollo renal a largo plazo.
Aunque muchas personas los confunden por el dolor, los cálculos renales y los biliares no tienen el mismo origen, ubicación ni tratamiento. Identificarlos correctamente es clave para actuar a tiempo y evitar complicaciones.

En los riñones o vías urinarias (uréteres).

En la vesícula biliar, un órgano del sistema digestivo bajo el hígado.
Renales: dolor intenso en la espalda baja o costado, que puede bajar hacia la ingle o genitales. Suele venir en “oleadas” (cólico renal).
Biliares: dolor en la parte superior derecha del abdomen, que puede irradiarse al hombro o espalda alta, sobre todo después de comidas grasosas.
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El tratamiento de los cálculos renales tiene tres objetivos muy claros: aliviar el dolor, restablecer el paso normal de la orina y eliminar la piedra con la opción más segura según su tamaño, ubicación y si hay infección o riesgo para el riñón. Hoy contamos con alternativas que van desde medicamentos hasta procedimientos mínimamente invasivos con recuperación rápida.
Cuando aparece un cólico renal, lo primero es calmar el dolor de manera segura. Los antiinflamatorios suelen ser la primera opción, y en casos donde no se pueden usar, se recurre a otros analgésicos ajustados a cada paciente.
También es importante hidratarse correctamente para ayudar al riñón, siempre que no exista una infección u obstrucción que requiera control médico inmediato.
En esta fase se solicitan estudios como:
Examen de orina (para descartar infección o sangre microscópica)
Ecografía o TAC (para ubicar la piedra y evaluar si hay obstrucción)
Algunas piedras —especialmente las más pequeñas— pueden expulsarse sin intervención. Para ayudar en ese proceso, a veces se usan medicamentos que relajan el uréter, permitiendo que la piedra baje con menos dolor y mayor probabilidad de expulsión.
Este manejo se controla con consultas de seguimiento e imágenes en 1–2 semanas.
Si la piedra no avanza o el dolor no mejora, se pasa a otras opciones más efectivas.
Cuando la piedra no sale por sí sola o genera complicaciones, existen alternativas seguras, precisas y con recuperación rápida:
Litotricia extracorpórea (ondas de choque)
Rompe la piedra desde afuera sin necesidad de incisiones. Ideal para cálculos pequeños o medianos. A veces requiere más de una sesión.
Ureteroscopia con láser
Se entra por vía natural (sin cortes) con una cámara muy delgada, se localiza la piedra y se fragmenta con láser. Es uno de los tratamientos más efectivos y con recuperación rápida.
Nefrolitotomía percutánea
Para cálculos grandes o complejos. Se realiza por una pequeña incisión en la espalda y permite extraer la piedra en una sola intervención.
Se recomienda intervenir cuando:
La piedra es grande o tiene baja probabilidad de salir sola
≤ 5 mm: suelen expulsarse solas
5–10 mm: a veces salen, pero suelen requerir apoyo médico
10 mm: pocas veces se expulsan sin ayuda
Dolor que no mejora con analgésicos
Fiebre o infección junto con obstrucción (urgencia médica)
Dilatación del riñón (hidronefrosis) o deterioro de la función renal
Pacientes que no pueden esperar por su actividad o estilo de vida
La alimentación no solo ayuda a expulsar piedras pequeñas, también es la herramienta más poderosa para evitar que vuelvan a formarse. El plan ideal no es una dieta genérica, sino una ajustada al tipo de cálculo, pero hay reglas base que aplican para la mayoría de pacientes.
Inclúyelos con confianza en tu día a día:
Agua (tu mejor medicina): 2 a 3 litros al día, distribuidos.
Frutas ricas en citrato: limón, naranja, kiwi, mandarina, piña (ayudan a “romper” la cristalización).
Verduras de hoja baja en oxalato: lechuga, repollo, coliflor, pepino, calabacín.
Lácteos moderados: yogurt, leche o queso en porciones equilibradas (el calcio dietario ayuda a evitar cálculos de oxalato).
Proteínas magras: pollo, pavo, pescado, huevo (en cantidades moderadas).
Granos integrales: avena, arroz integral, quinoa.
Tés suaves o agua saborizada natural con limón o naranja (sin azúcar).
| Tipo de cálculo | Alimentos a evitar |
|---|---|
| Oxalato de calcio |
|
| Ácido úrico |
|
| Estruvita (asociados a infección) |
|
| Cistina |
|